Adiós al Papa que creyó en el deporte.

Foto: Vaticano
(KSM) El fallecimiento del Papa Francisco no solo es una pérdida irreparable para el mundo, sino para todos aquellos que forman parte del mundo del deporte, un aspecto al cual le dio un valor muy especial, pasando de un entretenimiento a la creencia qué por medio del mismo, se puede generar un importante cambio en la sociedad.
“Si el mundo del deporte transmite unidad y cohesión, puede convertirse en un formidable aliado para construir la paz”, una de las frases que acuñó el recién fallecido pontífice.
Y agrega, “el deporte también tiene una gran fuerza social, capaz de unir pacíficamente a personas de diferentes culturas”.
Quien siempre tuvo un mensaje especial para todos los deportistas, “me gusta recordar a los atletas, incluso a los profesionales, que no pierdan el gusto por el juego y que sepan vivir el deporte manteniendo el espíritu ‘amateur’. La dimensión del juego es fundamental, sobre todo para los más pequeños: da alegría, genera sociabilidad y crea amistades, y al mismo tiempo es formativo. A través del deporte se pueden establecer relaciones sólidas y duraderas. El deporte es un generador de comunidad”.
Desde su mirada, los Juegos Olímpicos son un ejemplo de unidad mundial, “todos nacemos iguales, quizá con capacidades o aspiraciones diferentes, pero el deporte pone de relieve esta igualdad en la diversidad. Todos competimos con nuestras fuerzas, no importa de qué país vengamos, se trata de compromiso y respeto mutuo”.
Siempre dando un valor especial al futbol, deporte que siempre fue su favorito al grado de nunca ocultar su amor por San Lorenzo de Almagro del futbol argentino, “de hecho, el fútbol, tan importante para enseñar a afrontar los grandes desafíos de la vida, sigue siendo un deporte”.
Rescatando de este su valor recreativo, “jugar te hace feliz porque puedes expresar tu libertad, compites de una manera divertida, vives un tiempo en lo libre simplemente porque te gusta, persigues un sueño sin ser necesariamente un campeón”.
Otro ejemplo es su apoyo al boxeo como agente de cambio para las personas que proceden, en la mayoría de los casos, de extractos muy humildes, “respetando el cuerpo del otro, (porque) el cuerpo es morada de Dios, y ganar una pelea hiriendo lo menos posible”.
Y eso se refleja al final de cada combate, donde se termina la rivalidad y se reconoce al adversario, “les deseo mucha humanidad en el deporte, es de santos darse la mano, es lo que impide la agresión desmedida en el deporte”.